miércoles, 24 de septiembre de 2008

"Ya es muy tarde": Ratatouille



Desde su primer colaboración con Disney en 1994 -la excelente Toy Story-, Pixar ha demostrado no solo un manejo brillante de las últimas técnicas en animación digital, sino además un genuino amor por las buenas historias, algo que Disney comenzó a perder desde ese momento.

En la empresa del viejo Walt, nada de lo que siguió estuvo a la altura de clásicos anteriores como La Bella y la Bestia o El Rey León. El desgaste fue tan patente que pronto recurrieron al viejo truco de las secuelas directo al maxikiosco: Peter Pan 2, El Libro de la Selva 2, El Rey León 3 o tantos otros clásicos revisitados con bajísima calidad artística.

Paralelamente, Pixar comenzó a establecerse como la empresa líder en animación digital, sosteniendo sus trucos visuales con historias memorables y personajes queribles. Es al día de hoy que producciones como Monsters Inc o Buscando a Nemo son consideradas algunas de las mejores películas de animación de la historia.

La sociedad Disney-Pixar estaba estipulada por contrato para cinco largometrajes y una vez terminados, en 2004, las empresas rompieron relaciones. Pero en 2006 Disney compró Pixar Animation Studios y cedió el control de su estudio de animación a los directores creativos de Pixar –cuya cabeza era el propio Lasseter.

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Ratatouille es la segunda película lanzada por Disney-Pixar desde su fusión definitiva (la primera fue Cars, el año pasado), y la dirigió Brad Bird -el encargado de Los Increíbles.

El film nos presenta a Remy, una rata con un desarrollado sentido del olfato que se maravilla con el mundo culinario y sueña con convertirse en un gran chef francés. La premisa que subyace la narración es un marcado anti-elitismo (sintetizado en su lema “cualquiera puede cocinar”), pero a la vez un rechazo al abaratamiento y la industria berreta que cobran forma en los productos congelados que vende el villano de la película.

La animación en CGI es superlativa: los paisajes y las tomas son un verdadero festín visual. Y la historia, verdadero pilar del relato cinematográfico, tiene un corazón: hay conflictos bien ubicados, algo de suspenso, un sutil sentido cómico, personajes adorables. La música es excelente y los escenarios parisinos son tan bien emulados al punto tal que los carteles y otras indicaciones aparecen en francés (algo tan obvio que, sin embargo, Hollywood jamás respetó).

En suma, otro éxito rotundo de los estudios Pixar y posiblemente la mejor película de animación del año.

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