miércoles, 24 de septiembre de 2008

"Ya es muy tarde": Ratatouille



Desde su primer colaboración con Disney en 1994 -la excelente Toy Story-, Pixar ha demostrado no solo un manejo brillante de las últimas técnicas en animación digital, sino además un genuino amor por las buenas historias, algo que Disney comenzó a perder desde ese momento.

En la empresa del viejo Walt, nada de lo que siguió estuvo a la altura de clásicos anteriores como La Bella y la Bestia o El Rey León. El desgaste fue tan patente que pronto recurrieron al viejo truco de las secuelas directo al maxikiosco: Peter Pan 2, El Libro de la Selva 2, El Rey León 3 o tantos otros clásicos revisitados con bajísima calidad artística.

Paralelamente, Pixar comenzó a establecerse como la empresa líder en animación digital, sosteniendo sus trucos visuales con historias memorables y personajes queribles. Es al día de hoy que producciones como Monsters Inc o Buscando a Nemo son consideradas algunas de las mejores películas de animación de la historia.

La sociedad Disney-Pixar estaba estipulada por contrato para cinco largometrajes y una vez terminados, en 2004, las empresas rompieron relaciones. Pero en 2006 Disney compró Pixar Animation Studios y cedió el control de su estudio de animación a los directores creativos de Pixar –cuya cabeza era el propio Lasseter.

***

Ratatouille es la segunda película lanzada por Disney-Pixar desde su fusión definitiva (la primera fue Cars, el año pasado), y la dirigió Brad Bird -el encargado de Los Increíbles.

El film nos presenta a Remy, una rata con un desarrollado sentido del olfato que se maravilla con el mundo culinario y sueña con convertirse en un gran chef francés. La premisa que subyace la narración es un marcado anti-elitismo (sintetizado en su lema “cualquiera puede cocinar”), pero a la vez un rechazo al abaratamiento y la industria berreta que cobran forma en los productos congelados que vende el villano de la película.

La animación en CGI es superlativa: los paisajes y las tomas son un verdadero festín visual. Y la historia, verdadero pilar del relato cinematográfico, tiene un corazón: hay conflictos bien ubicados, algo de suspenso, un sutil sentido cómico, personajes adorables. La música es excelente y los escenarios parisinos son tan bien emulados al punto tal que los carteles y otras indicaciones aparecen en francés (algo tan obvio que, sin embargo, Hollywood jamás respetó).

En suma, otro éxito rotundo de los estudios Pixar y posiblemente la mejor película de animación del año.

viernes, 19 de septiembre de 2008

Porque sí...


Impulso: Nunca terminé de saber realmente si esta película era buena, integra, inmensamente tierna o una sucesión de lugares comunes un tanto berratas que podrían haber sido evitados. Nunca supe si alguien dirigía, si alguien actuaba, si alguien producía. Nunca tuve el más mínimo espiritu crítico sobre "Once".
Nunca.

Hechos: Hace ya varios años, estando yo en Dublin, tuve la suerte de conocer a The Frames, la banda que lidera Glen Hansard. Desde su aparición en pequeños pubs hasta sus rutilantes conciertos en el Pheonix Park, The Frames cultivó una coherente carrera llena de excelentes discos repletos de hermosas melodías. Fitzcarraldo, For the Birds, Burn the Maps, The Cost, son ejemplos (y recomendación para aquellos que quieran bajarlos y disfrutarlos)suficientes.
Hansard, tomándose un respiro con los Frames, unió fuerzas hace unos años con la increíble instrumentista y cantante checa Marketa Irglova, en un duo que llamaron The Swell Season. El disco que editaron en 2006 derivó en la película "Once" y el resto es la historia que quería contarles pero no sé cómo. A cuento de nada, porque sí.

Ellos: Glen y Marketa se conocen en la calle. El canta, ella deambula. El sufre, como artista, como excusa. Ella esconde su arte, por definición, por necesidad, por geografía. Ellos se conocen y caminan. Cantan Falling Slowly, esa hermosísima pequeña obra de arte de una simpleza emocionante, como si el tiempo se detuviera y logran una escena tan melancólica y brillante, tan feliz en su contexto creativo.
Ella y él nos regalan "Say it to me Now" con Handard al borde del colapso lacrimógeno. Nos arropan con tristeza despojada con "If you Want Me" o "Leave" o "When your Mind´s Made up". Nos golpean debajo de los limites permitidos con "Lies" (El video clip/montaje paralelo provoca un dolor lacerante).
Ellos se pasean haciendo de músicos, siéndolo, actuando menos de lo necesario o más de lo recomendado. Porque sí.

Yo: Adorando cada canción hasta el cansancio. Recomendando una película de la que dudo como tal pero que amo con los ojos cerrados. Porque sí. Por Glen, Por Marketa, porque también las canciones pueden ser fotografías en movimiento.

jueves, 18 de septiembre de 2008

No Te Metas con Adam!









Hablando de descontrolados y creadores... llegó a los cines argentinos una nueva película de Adam Sandler (Sí, son de él aunque esta, por caso, la firme Dennis Dugan).
Admito esto: Aunque Adam es uno de mis héroes personales muchas de sus últimas aventuras lo vieron patinando. Click y Spanglish fueron abiertos desastres. Lastimosas excursiones por una media tinta bastante vergonzosa entre el drama y la comedia. Con un poco de onda hay que llamarlas comedias dramáticas y en la carrera de Sandler explican un poco su intención de ser tenido en cuenta con algo más de seriedad. Como sea, son fallidos innecesarios que se suman a la oscura "Reing Over me", película olvidable (algún buen momento tiene, sobre todo cuando Sandler y Don Cheadle dejan de pensar en ese lacrimógeno guión "Once-de-septiembre-dependiente").
"No te metas con Zohan" trae como novedad la unión creativa de Adam con el genial y multifacético Judd Apatow. Juntos escribieron un entretenido disparate cuya sinopsis podría ser: Ultraviolento agente del MOSSAD decide abandonar la lucha, fraguar su propia muerte y viajar a la tierra de las oportunidades (Sí, Nueva York, ese mundo aparte dentro de los Estados Unidos) para iniciar allí una carrera como peluquero.
Toda esta secuencia empieza y termina con el mismo nivel de descontrol, clásico registro Sandler.
Zohan, personaje fenomenal, es grasa, es desubicado, tiene un apetito sexual extremo, dá kitsch, dá gay. Encuentra un entorno, se enamora y, para mayor disfrute, Zohan (o Sandler), se corre del centro de la acción para dar lugar a que sus amigotes se luzcan. Así aparecen John Turturro, Rob Schneider, Kevin Nealon o Dave Matthews, todos ellos insuperables.
"No te metas..." es graciosa en su absurdo, tiene un mensaje entre obvio y bien intencionado. Ese mensaje (el entendimiento entre israelíes y palestinos) nunca es más importante que la impronta caótica que mueve a los personajes hacia un humor descabellado y simple. Ese mensaje sólo justifica una resolución que no resulta tranquilizadora sino que actúa como broche final para una sucesión hilarante y necesaria. Nada importa demasiado, a decir verdad. Ni siquiera el afán, entre político, escatológico y sexual, que logra que una gran cantidad de los chistes no sean entendidos por la platea telúrica (Mucho Hillary, mucho Obama).
Zohan es la vuelta de Sandler al humor más descontrolado pero tierno. Quizá Apatow sea responsable. De su pluma han salido algunos de los mejores personajes de comedia de los últimos años.
La liviandad, fuente de crítica de los "Sandler-detractores", es cuna de las mejores virtudes de sus creaciones. Amamos al Sandler niño-adulto al que el mundo le da vuelta la cara. Zohan, como en sus últimas pelis fallidas, es directamente adulto. Sin embargo, aquí su extraño comportamiento (cómo se viste, cómo habla, qué música escucha, cómo se relaciona con sus pares y su trabajo) lo retrotrae a la adolescencia. Ya lo hizo Billy Madison, ya lo hizo Happy Gilmore, ya lo hizo el único e irrepetible Barry Egan. Es cierto que Zohan está un escalón apenas más abajo que todos esos ejemplares pero solamente con eso alcanza para convertir su historia en una gran película.

lunes, 15 de septiembre de 2008

GoodBye, Rick


"And I am not frightened of dying, any time will do I don't mind. Why should I be frightened of dying, there's no reason for it you've got to go some time"

3 Preguntas

* ¿Son tan importantes Karina Mazzoco y Paula Trapani, o su "novedoso" envio "Mañaneras", como para que todos los diarios de Buenos Aires publiquen extensas entrevistas y diversas notas sobre el programa?

* ¿Mucha gente más piensa como yo que actrices tan mediocres como Leticia Bredice le hacen muy mal al Cine?

* ¿Alguien más cree que la sección Espectáculos de Clarín es un espanto y que debería llamarse directamente "La Pelotudez"?

Nueva Sección: "Ya es Muy Tarde" (Crítica pasada de Moda)


88 Minutos (de Jon Avnet)

El problema con 88' es que, casi con mala intención, se le nota la hilacha. Se le nota el desgano y la desidia con la que fue realizada.
A decir verdad, Pacino es el único responsable, con su sola presencia, de convertir un bodrio, que moriría los sábados a las 15 en el canal Metro, en una cosa apenas soportable. Pero Pacino tampoco está convencido de nada y deambula por la película con muchísimas ganas de irse a dormir una siestita.
Sin embargo, el dejo de magnetismo e intensidad que le quedan al bueno de Al logran que algunos baches se pasen por alto, mínimamente, volviendo verosimil a una trama que abunda en vueltas de tuerca o muy obvias o muy estúpidas y descuidadas.
Un asesino serial vengativo y sexista, peligrosas relaciones profesional/académicas nunca narradas con funcionalidad, traumas de un pasado irresoluto y un final totalmente fuera de ritmo y emoción son los pobres ingredientes de este fallido "thriller" de Jon Avnet.
Si bien la peli no peca de pretenciosa no deja nunca de ser un refrito sin alma que aburre sin pudor alguno.

jueves, 11 de septiembre de 2008

La Incomodidad de los Lugares...


Las mudanzas (y propongo aquí que cada lector indique entre sus archivos personales el tipo de mudanza que fuere: de hogar, de trabajo, de pareja) traen siempre aparejado un relevante y complejo nivel de extrañeza. Lo habitual y concreto, a partir de este proceso, empieza a ser probable y difuso. Los lugares, esas convenciones fácticas que vamos construyendo al sumarle sentidos y simbolismo, dejan de ser lo que solían para convertirse en zonas oscuras, vacías, desprovistas. Nuestros ojos, nuestra mirada es, por sobre todas las cosas, el orden estricto que va acomodando lo desconcertante y lo va haciendo amigable. Opera allí nuestro gusto, nuestra estética o, a veces, nuestras meras posibilidades económicas. Sin más, nuestras decisiones finiquitan la puesta en escena de lo que consideramos cotidiano y la única necesidad ulterior de este jueguito es la "tranquilidad".
Caminar, disfrutar, vivir en los lugares en que habitamos nuestra día a día es siempre un proceso construído a partir del deseo de comodidad, la economía de movimientos y la intimidad (desde una habitación, un baño, una escalera hasta el color en que pintamos las paredes)
Todo es una puesta en escena en donde nuestros ojos recorren, eligen, disfrutan, sufren, se cierran y se abren.
Llamativo fue, entonces, el camino que recorrí hasta poder ver esta película de los catalanes Jaume Balagueró y Paco Plaza llamada [Rec]. Hace unos cuantos meses, unos amigos me recomendaron la peli mientras almorzábamos y charlábamos sobre "El Diario de los Muertos" la última entrega de la (un poco maltrecha ya) seguidilla de George Romero. Decían ellos que la película contenía una estética "casera" y que realmente era original. Pensé, con mucho prejuicio, que iba a encontrarme con un Blair Witch en castellano y la idea de "cine dentro del cine" en un film de terror (sobre todo después de ver el fallidito de Romero, perdonado desde ya) o suspenso no me tentaba demasiado. No había un estreno comercial pactado, no había notas que escribir, no había mucho salvo la recomendación de dos personas a las que admiro y respeto mucho. Pasó también que me estaba mudando. Las cajas, el desorden, la desaparición y aparición de cosas fueron perdiendo a la película (que fue bajada y almacenada puntualmente en un dvd) en un olvido un tanto buscado.
Finalmente, y casi como último recurso para un domingo aburrido, miré [Rec].
Más llamativo aun fue que de un clásico planteo inicial; a saber: Filmación encontrada, crudo de un programa nocturno de tv que busca mostrar secretos y curiosidades aquellos trabajos que se desarrollan "mientras usted duerme". Cuartel de bomberos. Muchacha bonita, notera. Una llamada que los lleva a una "comunidad" que, con el pasar de los minutos, se convertirá en una pesadilla asfixiante de seres extraños, gritos, más y más quiebres de una realidad común y simplona entrando y saliendo en la vida de personajes estereotipados (una familia china, un petitero argentino, un médico, una señora y su hija, unos ancianitos simpáticos) pueda haber devenido uno de los films más interesantes que haya visto en estos últimos tiempos.
Esa aceptación, obra y gracia de las decisiones narrativas del duo creativo que dirige, se basa en el personaje principal: Pablo. Pablo es el camarógrafo. Más bien, Pablo somos nosotros, nuestros ojos, nuestras miradas. Pablo filma y mueve la cámara, apaga y prende, elige, barre, funde, encandila y deja vivir, escucha, transcurre, se deja mandonear y nos deja helados. Pablo es la cámara, Pablo es la puesta en escena que va haciendo de Rec una película terrible. Y la cámara, que se mueve del formato televisivo más aburrido hasta llegar a convertirse en una suerte de montaña rusa de emoción, no es aquí el mero hecho voyeurista que busca sangre, gente muerta o por morir, zombies, mujeres gordas o niñas enfermas (aunque es una consecuencia de esas decisiones que las escenas que definen la aparición de esas convenciones sean realmente antológicas). La cámara es la necesidad de ordenar los espacios de un lugar que no conocemos y que nos da miedo. Este edificio, al que fuimos llevados, es la montaña rusa. No podemos subir más que nuestros pies (u ojos), no podemos escapar porque afuera han declarado (la sociedad, las instituciones) que así lo hiciesemos. No podemos dejar de mirar porque es la única forma de encontrar familiaridad. Estos largos pasillos oscuros, estas escaleras blancas, estos rostros asustados, estos personajes que van y vienen explicando lo sobrenatural sólo buscan volver a la tranquilidad. Volver al orden. Y ahí está Pablo, o la cámara, o Nosotros, para compartir el viaje.
Obviamente, el viaje no es placentero ni cómodo y, promediando la película, se vuelve un poco tedioso (sí, hay un bache de unos 20' en donde la peli se pincha un poco, hay que decirlo). Sin embargo, es posiblemente el tedio, la incomodad la sensación que más se aproxima al vacío que provoca lo desconocido. Así [Rec] empieza a contruir una serie de escenas extremadamente logradas, aciertos visuales inesperados y deviene en un último cuarto de hora exasperante. La luz, o la falta de la misma, es, nuevamente, parte de una elección estética. Aquí el acierto de Balagueró y Plaza o de Pablo y su cámara es dejarse llevar por el caos. La película escala en tensión por la escalera del edificio y nos deja sin luz y sin aliento en el último piso donde la cámara, una vez más, deberá adaptarse, mutar, hacerse oscuridad para seguir viendo, mirando, acomodando, poniendo en escena. Opresión sentimos cuandos nuestros ojos encuentran allí una historia paralela (a decir verdad un poco descuidada y realmente innecesaria. Los que conocen la filmografía de los muchachos dicen que forma parte de su mitología clásica) que irá explicando lo sucedido. Explicando pero no acomodando, no tranquilizando porque el final es de todo menos tranquilizador. Allí descubriremos un nuevo personaje al que no nos quedará otra que mirar, porque nuestros ojos ya son lo que vemos. No habrá más lugares por buscar, habrá que quedarse allí, acomodar y terminar por aceptar que no hay nada mejor que jugar al máximo con lo que no conocemos. [Rec] es una película inteligente que corre el riesgo de, al menos, intentar incomodarnos. Nos lleva a un vacío oscuro y total y nos deja solos. Hay quienes, aun en medio de una mudanza, podemos disfrutar de eso y recomendarlo. Siempre estará Pablo para dejarnos ver...

miércoles, 10 de septiembre de 2008

¿De qué nos Reímos en el Cine?




¿De qué nos reímos en el cine?

Esa pregunta retumbaba en mi cabeza mientras la mayoría de los presentes en la sala estallaban en carcajadas mientras transcurrían los primeros minutos de “Una guerra de película”. La guerra en cuestión era una caótica y acida demostración de habilidad humorística. Un plato repleto de desprejuiciados inserts, gags y chistes varios que van desde la mera sátira a los lugares comunes del cine hasta la apuesta a lo más básico del humor escatológico o sexual. Todas las opciones funcionan.
Vuelvo entonces a la pregunta y retruco: ¿Por qué nos reímos con esta truculenta secuencia inicial en donde todo es llevado a un extremo terrible? Esta sucesión de entrañas y miembros humanos que se vuelan se soporta por convención: esto es una comedia y nos tenemos que reír. ¿Se sostiene esto en el tiempo? ¿Nos tenemos que reír siempre?
Es cierto que la cuestión del género es imbatible pero, ¿Alcanza por si sólo para divertirnos?... Sin ir más lejos, el año pasado cuando se estrenó la última entrega de Rambo, el descontrol carnicero en el que desembocaba la película se multiplicaba hasta cubrir la totalidad del metraje. En cierta medida aquello me gustaba por la apuesta al caos pero la mera coherencia no alcanzaba para provocar gracia. Yo me reí mucho con Rambo pero mucha gente la odió sin remedio.
Lo que digo, y no invento nada, es que el género nos predispone. Y también digo que sin algo más en el plato nos quedamos con hambre. Y ese algo más está en la mirada del creador. Bien, ¿alguien en esta sala piensa que Ben Stiller es un realizador prestigioso? Yo levanto la mano. Stiller es un realizador importante, creativo, inteligente, de género, clásico y renovador en cantidades parecidas. Sabe contar, sabe mirar, sabe moverse y democratizar la risa. Trabaja los espacios, sabe cambiar registros, exige a sus actores, sabe elegirlos, tiene amigos piolas y además, nos sabe hacer reír!! Zoolander, ejemplo máximo, es una película irrompible. Una comedia expansiva que mejora con cada nueva observación. Estoy seguro que Una Guerra de película seguirá ese mismo camino. Stiller, aquí sin la compañía generosa de Owen Wilson, buscó en la facilidad (y fragilidad) del cine de guerra la base temática de su nueva perla.

1. Las convenciones del cine de guerra son, como les dije a partir de Rambo, satirizables casi por norma. ¿Hay algo más ridículo que la guerra?
2. Stiller + Black + Downey Jr., eso causa gracia. Estamos ante la creme de la creme, señores. De pie. Además, los adláteres no dan respiro: Cruise, Nolte, McConaughey, Coogan, Baruchel en sus mejores papeles en años.
3. Stiller ha perfeccionado su lectura y narración. Es al cine actual lo que Billy Wilder fue al Hollywood clásico a partir de Sunset Blvd. Espero estoico los insultos pero realmente estamos ante un creador mayor.

¿De qué nos reímos en el cine?
Eso preguntaba hace un rato y puedo decir que en mi caso: creatividad, caos, descontrol pero también saber que hay una mirada, una mano detrás que sabe lo que está haciendo y nos está diciendo algo.

martes, 9 de septiembre de 2008

Cine Catástrofe o Más Catástrofes para el Cine...




A veces ocurre. Nos dejamos llevar por internet y el ruidito de una película muy “bajada” nos lleva al error. Obviamente, la bajamos. Pero el error no queda ahí, no. La miramos. Dejamos ir una hora y media de alguna bonita tarde de Agosto en la consumación de un ultraje tremendo. Cine catástrofe leemos por allí. Catástrofe para el cine y para nosotros, pensamos seriamente.
Así llegamos a lo que han dado en llamar “Doomsday”, un engendro británico que no solamente aburre sino que, además, es un panfletario pastiche sin consigna alguna salvo un velado mensaje anti-escocés. ¿Una broma pesada para vengar la victoria de Andy Murray sobre nuestro Pan Triste ganador Juan Martin Del Potro? No. Lamentablemente esta película fue filmada con una seriedad que desconsuela.
La cosa viene así: Parece que de acá a unos años devendrá en las tierras del buen whisky una suerte de epidemia llamada “RipOff” (en un acierto traducida como “La Parca”). Sin mucho más, los ingleses de buen vivir deciden construir un muro, cerrar las fronteras y olvidarse de Escocia para siempre. No sin antes dejar huérfana a una pequeña niñita cuya seña particular es un ojo de vidrio ganado en la víspera. Pasan los años, la niña crece, se vuelve un clon feúcho de Angelina Joliet y emprende un viajecito de vuelta al pueblo en busca de una cura (ah sí, ahora está en peligro la empobrecida Londres) para encontrarse allí con los sobrevivientes de la parca que se han dividido en dos grupos: locos salidos de un video ochentero de Billy Idol (les juro que la horda de vándalos en cuestión es tan patética que provoca bronca y no gracia) y viejos vinagres vueltos al Medioevo (No se entiende bien qué pito toca un médico ahora líder todopoderoso). Todo esto mezclado con escenas refritas de cine de ciencia ficción (desde Blade Runner hasta Mad Max pasando por todo lo posiblemente robable), vueltas de tuercas de guión que se olvidan rápidamente, muertes truculentas que no mueven un pelo, música exageradamente alta e innecesaria, una resolución penosa e inentendiblemente tonta y más, más, más. ¿Hay algún logro en toda esta mezcolanza descontrolada? Sí, quizás. En algún momento me dije: “ok, esto es tan anárquico que puede ser divertido”. Ok, fue un error. No es divertido porque no hay humor en el registro. No hay diversión porque la película es tan autoconsciente de sus debilidades que por momentos deja sólo lugar al asombro, no puede ser peor. Saberse malo, débil o poco interesante le ha deparado a ciertas películas la chance de salir airosas, no se toman en serio, se divierten en su misma salsa y zafan. Nada de eso ocurre en Doomsday. Es lo peor. No es cine.
Siempre recuerdo la sorpresa que me provocan algunas perlas de ese transgénero al que tanto contribuyó George Romero, el cine de zombis. Ese terror mezclado con catástrofe que ha resurgido en los últimos tiempos. Romero y los que supieron entender y recrear aquél mensaje acoplaron ideas con cierta velocidad. Ante más descontrol más humor. Romero estiliza y explora límites de una forma tan grotesca e hilarante que no nos queda otra que rendirnos. Hace no mucho, y ya que estamos hablando (o estábamos) de un film inglés, vi nuevamente “Shaun of the Dead” (Muertos de Risa, refrito título argentino). No existe mejor ejemplo que esa película para entender como la sátira puede golpear con eficacia aun en las historias más acartonadas. Funciona y depende de la inteligencia del realizador, claro, pero también nos pone alerta y no aburre nunca.
Doomsday cumple con todo eso pero no dignifica: aburre, desconcierta, nos deja un sabor amargo e incompleto. Ni siquiera nos provoca una sonrisa… cuestión que me lleva a varios puntos con los que concateno a la próxima crítica: sátira, humor, cine serio, cine de género, risas, ¿Por qué y de qué nos reímos en el cine?

lunes, 8 de septiembre de 2008


El mar, inmensidad que nos invade.

Contra su voluntad, un ojo.

Las mujeres, musas llenas de letras

Y la mínima circunstancia...

· La Escafandra y la Mariposa, pequeña y genial, se define magnifica, terrible, dolorosa, tierna y cínica en pocas palabras. Una poesía, una canción. Una película.

· Schnabel pasea su bella mirada de pintor y biografo por un mundo al que sólo le hace falta un ojo para narrar. Ese ojo ultra móvil y terrible que va reflejando el devenir. El fácil subir, fácil bajar. La fragilidad del éxito y la candente expresividad de lo inimaginable: la tragedia humana. La sorpresiva explosión de lo terminal y la bella resignación del vivir.

· La imaginación y los recuerdos convierten a un inmóvil editor de la revista Elle es una persona maravillosa, repleta de pequeñas viñetas de vida, ¿qué cosa ocurrió antes? ¿Qué parte nos sigue todo el tiempo? ¿Qué nos devuelve el sufrimiento? ¿Qué ganamos o perdemos con la inutilidad del alma?

· Monólogos internos, explicaciones veladas, miradas finas, dulces, agridulces. Un actor (o varios, cómo obviar aquí al inacabable Max Von Sydow) finísimo en el registro. Golpes bajos tan sutiles como necesarios. Cámaras subjetivas que saben cuándo dejar de asfixiarnos. Schnabel utiliza su paleta de recursos con sabiduría.

· ¿Es esto un melodrama?

· ¿Todas las mujeres de este film necesitaban ser tan bonitas?

· Las preguntas disparan nuestras mariposas, claro. Una película inteligente y sensible debería llenarnos el living de mariposas.

· Y escribir sobre ella debería liberarnos de nuestra escafandra cotidiana.



Cinefiludos o Aquél Barcito de la Esquina...

Aquí, como tantas otras veces, encontramos la esquina. Encontramos el barcito que emerge impune entre tanta vereda virtual y nos dejamos entrar en él con la secreta ambición doble: calentarnos el alma y encontrarnos un alma que nos caliente. Cinefiludos es la última oportunidad, el rincón olvidado, el manotazo de un ahogado que sabe que necesita hablar, decir, opinar. Quizás, aun no lo sé, sea el lugar de un mar de ahogados. Para empezar es mi lugar y aquí hablo, digo y opino.
Espero compañía, porque un bar solitario sólo es interesante es una película. Y acá necesitamos de más de uno.

Saludos y aquí empezamos el diálogo...

Chris Kofman.